miércoles, 9 de diciembre de 2020

Lo más bello (I)

Por: Mauricio Méndez Campos

Es imposible estar molestos. Todos los seres que podemos considerar 'vivos' instintivamente realizan toda actividad que está a su alcance para mantenerse funcionando. No puede haber maldad aquí. El SARS CoV-2 es un microorganismo que, como todos los de su dimensión, ni siquiera está consciente de su existencia y no hay consenso para considerarlo un ser vivo. Es un trozo de proteínas y ARN cuyas funciones de subsistencia provocan en nuestra especie una enfermedad respiratoria, conocida popularmente como Covid-19.

    Aún recuerdo que en los últimos días de diciembre del año pasado leí una noticia en la que se reportaban un puñado de casos de una 'neumonía atípica' en la ciudad de Wuhan, provincia de Hubei, en la República Popular China.

    A principios de año, en foros en internet, blogs, redes sociales, sobre todo Twitter, pululaban rumores acerca de una enfermedad respiratoria que era mortal, que cientos de chinos estaban muriendo víctimas de un supuesto virus proveniente de murciélagos. Y también, presuntas filtraciones de médicos chinos informando de la gravedad de la situación. La tardía reacción de la OMS y una comunicación deficiente (salvo para los alardes de propagando como la del hospital que levantaron en unos cuantos días) de parte de las autoridades chinas provocó toda clase de teorías de conspiración y especulaciones. 

    Cuando la República de China, más conocida como Taiwán, impuso medidas sanitarias masivas en su población, seguidas por las propias de los gobiernos de Corea del Sur y Japón, era obvio que en cuestión de tiempo llegaría a esta parte del mundo.

    Cada nación vive un calvario diferente, algunos con resultados envidiables, como el caso de Nueva Zelanda y el propio Taiwán y otros tantos que ni siquiera han controlado la velocidad de contagio.

    Este pequeño microorganismo al entorpecer nuestra actividad social (que no paralizarla) nos ha hechos reflexionar acerca de nuestro estilo de vida, la forma en la que hacemos las cosas, nos relacionamos, y sobre todo, reconsiderar nuestro antropocentrismo: no somos la especie dominante, por mucho que nos queramos vanagloriar de nuestros logros.

    El gran filósofo Immanuel Kant, en su 'Observaciones sobre el sentimiento de lo bello y lo sublime' (1764) considera que "Lo sublime ha de ser siempre grande; lo bello puede ser también pequeño". Sin duda, este pequeño ser, este coronavirus es lo más sublime y bello de este año.

    Sin ánimo de herir sensibilidades, estoy seguro que todos los que lean esto ya conocen al menos una víctima mortal de este virus. Estas entradas se presentan para discutir algunos temas que considero relevantes, implicaciones hacia el futuro.

Segunda parte

Tercera parte

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