domingo, 21 de mayo de 2023

Dos minutos de odio

Por: Mauricio Méndez Campos

Como una casualidad, tres situaciones se combinaron para la idea de este pequeño blog. Hace unos días terminé de releer el afamado comic 'Superman: Red Son' (2003, Mark Millar). Dentro de las ucronías de los comics, esta historia trata de responder a la pregunta de qué hubiese pasado si Kal - El hubiera aterrizado en la URSS y no en EEUU. Tras tomar el mando soviético y con la cooperación de su otrora enemigo Brainiac, establece una dictadura perfecta. No hay sufrimiento, dolor, escases, pero tampoco hay disidencia. Aunque Superman trata de no usar la fuerza bruta para imponer el modelo, por lo que Estados Unidos se convierte en la única nación libre del planeta, obviamente liderada por Lex Luthor. Totalitarismo. Después vi un tweet de Elon Musk, con una imagen que reza "Make Orwell Fiction Again". Finalmente, acostumbro escuchar los highlights de la conferencia de prensa matutina del (p)residente López. En su intento por imponer la agenda pública, acostumbra despotricar (único verbo que usaré) contra el tema que consideré relevante. Ahí está: totalitarismo, Orwell, dosis de veneno diaria. No lo había visto de esa manera, ¡los dos minutos de odio de la novela 1984!

    Reproduzco a continuación el fragmento, que es parte de la introducción de aquella novela, publicada en 1949:

Un momento después se oyó un espantoso chirrido, como de una monstruosa máquina sin engrasar, ruido que procedía de la gran telepantalla situada al fondo de la habitación. Era un ruido que le hacía rechinar a uno los dientes y que ponía los pelos de punta. Había empezado el Odio. Como de costumbre, apareció en la pantalla el rostro de Emmanuel Goldstein, el Enemigo del Pueblo. Del público salieron aquí y allá fuertes silbidos. [...]. Goldstein era el renegado que desde hacía mucho tiempo (nadie podía recordar cuánto) había sido una de las figuras principales del Partido, casi con la-misma importancia que el Gran Hermano, y luego se había dedicado a actividades contrarrevolucionarias, había sido condenado a muerte y se había escapado misteriosamente, desapareciendo para siempre. Los programas de los Dos Minutos de Odio variaban cada día, pero en ninguno de ellos dejaba de ser Goldstein el protagonista. Era el traidor por excelencia, el que antes y más que nadie había manchado la pureza del Partido. Todos los subsiguientes crímenes contra el Partido, todos los actos de sabotaje, herejías, desviaciones y traiciones de toda clase procedían- directamente de sus enseñanzas. [...]. Insultaba al Gran Hermano, acusaba al Partido de ejercer una dictadura y pedía que se firmara inmediatamente la paz con Eurasia. Abogaba por la libertad de palabra, la libertad de Prensa, la libertad de reunión y la libertad de pensamiento, gritando histéricamente que la revolución había sido traicionada. [...]. Antes de que el Odio hubiera durado treinta segundos, la mitad de los espectadores lanzaban incontenibles exclamaciones de rabia. [...]. Además, sólo con ver a Goldstein o pensar en él surgían el miedo y la ira automáticamente. [...]. En su segundo minuto, el odio llegó al frenesí. Los espectadores saltaban y gritaban enfurecidos tratando de apagar con sus gritos la perforante voz que salía de la pantalla. [...]. Lo horrible de los Dos Minutos de Odio no era el que cada uno tuviera que desempeñar allí un papel sino, al contrario, que era absolutamente imposible evitar la participación porque era uno arrastrado irremisiblemente. [...]. Entonces, desapareció a su vez la monumental cara del Gran Hermano y en su lugar aparecieron los tres slogans del Partido en grandes letras: LA GUERRA ES LA PAZ, LA LIBERTAD ES LA ESCLAVITUD, LA IGNORANCIA ES LA FUERZA [...] La mujeruca del cabello color arena se lanzó hacia delante, agarrándose a la silla de la fila anterior y luego, con un trémulo murmullo que sonaba algo así como «¡Mi salvador!», extendió los brazos hacia la pantalla. 

    De acuerdo a Elena Poniatowska, el (p)residente López es historiador. Concedamos por un momento que a pesar de muchos de sus torpes desplantes y su lenta forma de hablar, el funcionario es, de verdad alguien culto. La novela 1984 es lectura obligatoria para los estudiantes de Ciencias Políticas y teniendo en mente que ha mencionado a J. Goebbels varias veces en su dichosa conferencia, supongamos que ha leído todas las obras relacionadas con totalitarismos y gobernantes déspotas. Estamos pues, ante la versión de los dos minutos de odio de Orwell, cada mañana, cinco días a la semana. 'Goldstein' puede ser el personaje o grupo que recientemente lo haya fastidiado, pero siempre sintetizados en la figura de "los corruptos y conservadores". O quizás su Emmanuel Goldstein sea Felipe Calderón, Eurasia, los EEUU. Donde últimamente ha dirigido sus baterías -de juguete- para tratar de desviar la atención.

    Orwell también presentó cuatro pilares institucionales a través del cual, el 'Gran Hermano' (López) gobierna a Oceanía (México). Y no pude evitar encontrar paralelismos, muy a la mexicana, pero similares a fin de cuentas. Los referidos pilares, 'Ministerios' son: Verdad (realidad alterna), Paz (estado de guerra constante), Abundancia (administración de la miseria) y Amor (odio a todo lo que no sea la veneración al Gran Hermano). Bajo muchas ópticas, México prácticamente ha sufrido una suerte de guerra civil desde 2007 (cruzada contra las drogas y el C.O. que emana de esa clase de negocios) que el actual gobierno simplemente decidió ignorar y administrar desde el 'estado profundo'. Pero, a pesar de no estar en conflicto abiertamente. El titular del Ejecutivo ha cedido demasiados espacios a la tropa. Bambalinas verdes.

    Difícilmente podríamos decir que hay algo parecido al Ministerio de la Abundancia. Contrario a lo que López quisiera, el gobierno federal no tiene incidencia más allá del 20% del PIB nacional. Relevantes, solo le queda el precio de la electricidad como forma para chantajear a grandes productores. El de la Verdad y el Amor si se mimetizan con el (p)residente. Desde hace años tiene sueños de pasar a la historia como un gran estadista que encabezó una "cuarta transformación" (así, con minúsculas). De ese tamaño es su ego para proclamar conclusiones que tardan décadas o hasta siglos en sentenciarse. Constantemente tuerce la historia, insiste en la muy incompleta perspectiva dicótoma de los héroes y villanos y desde ya se pone en la palestra de los héroes inmaculados.

    Su conferencia hace las veces de un ministerio de la verdad, con sus chocantes "otros datos", solo él tiene la razón, su sola voluntad pontifica a corruptos pecadores y en su seno alberga el perdón a los que se le genuflexan. Finalmente, el amor. Los seguidores del partido gobernante no tienen a México como pedestal de sus ideas, sino en la mera fuerza que el personaje "Andrés Manuel López Obrador" es capaz de inspirar. Todo se trata de él. Se habla incluso de un 'obradorismo', en lugar de 'morenismo'. Ambos claro, en detrimento de 'mexicanismo'.

    Afortunadamente, hasta como déspota, el titular del Ejecutivo quedó mal. La persona que detenta al personaje es victima de sus pasiones, no puede siquiera representar al personaje. Así lo recordaremos a menos que imponga a su sucesor, su partido se organice y el presidencialismo que murió con Zedillo resucite y la estructura del otrora PRI se (4T)ransforme, ahora en color guinda.

 

Les dejo un enlace a una versión gráfica de la novela:

https://proletarios.org/books/Orwell-1984_novela_grafica.pdf

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