Duraron tanto, que las bajas tasas de interés de referencia del Banco Central de Japón (BoJ) se convirtieron en un tópico de estudio que en la academia llaman “política monetaria ultra laxa”. Podemos rastrear la historia de la banca central moderna en el Wisselbank, o Banco de Ámsterdam, fundado en 1609 en el contexto del Siglo de Oro Neerlandés. Hasta donde tengo noticia, fue el primer instituto con atributos de los actuales bancos centrales. Y desde entonces no existía noticia de que alguno haya tenido su tasa de referencia tan baja -salvo que algún lector nos indique lo contrario-. Para el publico no iniciado en estos temas, la distorsión llegó a tasas negativas.
Si bien las reglas internas de los bancos centrales pueden variar de país a país, tienen algunas características similares. Desde la puesta en marcha en la última década del siglo pasado de la política de “expectativas de inflación” del Banco de la Reserva de Nueva Zelanda, la mayoría de estas instituciones tratan de “mantener anclada” o controlada la inflación presente y futura. Y su principal herramienta de política monetaria -que no la única- es la tasa de interés de referencia. Es un dogma muy sencillo: si la tasa sube, se combate la inflación, si baja, la deflación.
La ruta, simplificada es la siguiente: sube la tasa de referencia: se encarece el crédito (en todas sus variantes), con esto se espera que la demanda agregada (i.e. consumo) caiga, con la consecuente baja en la inflación. Si baja la tasa, ocurre lo contrario: se abarata el crédito para estimular el consumo -con todas las consideraciones del lado de la economía de “oferta”-. ¿Qué pasa cuando la inflación no se controla? Bueno, ejemplos de espirales inflacionarias tenemos varias. Las famosas postales de niños jugando con fajas de billetes en la Republica de Weimar (Alemania post WWI), o los codiciados papeles de fanáticos en numismática: billetes de Zimbabue con muchos ceros. Y más cercana, nuestra reciente lucha contra la inflación postpandemia. Tan severa, que prácticamente todos los estratos sociales la han resentido. Pero ¿y qué hay de la otra dirección?, ¿una espiral deflacionaria?
Para entrar en detalles y con permiso de la perspectiva ortodoxa, rechazo completamente el postulado de que la inflación sea un fenómeno exclusivamente monetario, es decir, no es per se resultado de la política de un banco central. Muchas veces pasamos por alto, que uno de los núcleos teóricos de la ciencia economica es el problema de la escasez. Y esta última es, en mi opinión, la principal fuente de inflación. ¿Por qué a pesar de que los principales bancos centrales del mundo subieron sus tasas en 2021 como respuesta al aumento de precios causada por la pandemia no han surtido mucho efecto? Bueno, en parte por el proceso de desindustrialización en beneficio de Asia-Pacifico. No importa que suban las tasas, los precios estarán sujetos a variables fuera de control de un banco central. Y no, esta no es una apología a los detractores de la globalización, ni un flaco favor a los mercantilistas o proteccionistas. Es más bien, la aseveración empírica de las consecuencias de eventos extremos “que ocurren una vez cada siglo”, en este caso, la aparición de un organismo que ni siquiera clasificamos como “vivo”.
Entonces no, un banco central por si solo no puede controlar todas las variables y su intento por corregir lo inevitable, produce distorsiones más nocivas que aquello que busca arreglar. Llegamos a Japón. Consultando la macro historia, Japón experimentó dos grandes procesos de industrialización, a finales del siglo XIX, y después de la WWII. Tan ambiciosa fue la primera, que les alcanzó para participar en las dos grandes conflagraciones del siglo pasado. La segunda fue la aplicación secular de políticas keynesianas (como en casi todo el mundo post guerra).
Sin embargo, la expansión -que tanta rivalidad generaron con Estados Unidos- terminó de forma abrupta (según algunos por las consecuencias de los Acuerdos Plaza de 1985, que obligaban a Japón a apreciar su moneda para limitar su amplio superavit comercial con el resto del mundo) coronada con una vertiginosa caída del Nikkei 225 -principal índice bursátil nipón- a finales de 1989 y en general, el estancamiento de toda la economía japonesa. Aunque si, como consumidor de productos de ficción japoneses, me consta lo especial de la cultura japonesa, su disciplina, desarrollo humano, avances tecnológicos y autoridad diplomática en la arena internacional.
Como respuesta al peor de todos los mundos, el Banco Central Japonés (BoJ) en sintonía con el gobierno, han tratado de impulsar políticas para estimular el crecimiento, con tres décadas infructuosas. El ratio deuda/PIB es el más alto del mundo, prácticamente ha superado el 200%, mientras el banco central ha mantenido las tasas muy, muy bajas. Prácticamente negativas.
¿De qué va la distorsión? La tasa de interés de referencia es, como un meta arbitro en un sistema financiero. Los ahorradores colocan su dinero para que consumidores lo dispongan, intermediando una tasa de interés. Al ser los primeros oferentes, se espera que estos reciban un pago, y los segundos acusen egresos por obtener estos recursos. ¿Qué causa el dicho cobro? Existen varias explicaciones, ya sea por el costo de oportunidad del ahorrador -otra de las piedras angulares de la teoría económica- o para retribuir la depreciación del dinero (costo del paso del tiempo). Entonces, cuando la tasa es negativa, los ahorradores no reciben premio alguno por colocar sus recursos con intermediarios, al contrario, pierde valor porque debe 'pagar' por tener su dinero a la vista (el interés entonces se vuelve “negativo”). Mientras, los que toman el dinero pagan muy poco por disponerlo.
Con esto se esperaba que los ahorradores prefirieran gastar a tener su dinero “detenido” y el resto del público tenía incentivos para endeudarse. Con todo esto estimaban estimular toda la economía. Pues, todos sabemos que eso no pasó. En los siguientes blogs hablaremos sobre la evolución de las tasa de referencia de su banco central, el último “lunes negro” en las bolsas globales, producto de las decisiones del BoJ.
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